Al principio iba a ser una semana, pero al final han sido meses. Durante este tiempo no sentí esa necesidad de escribir, pero sabía que tenía que volver. No hay excusas, porque yo no vendo un producto. Yo dejo palabras para que alguién pueda leerlas,aunque le guste o no, pero son palabras. No demoremos más lo que vengo a contar con razones que no viene al caso.
Esta es mi principal influencia. Aún recuerdo aquella tarde de junio de 2001, en la que paseaba entre libros de ocasión, y como si de un arrebato de mi subconsciente se tratase, me fijé en un título: "Las flores del mal". Allí estaba esperando una víctima sobre la que descargar su contenido poético, por solo 3 euros y con un título que impactaba. Obviamente lo compré, no hubo duda alguna, era demasiada buena la oportunidad para dejarla pasar. Llegué a mi casa y abrí el libro... libro que todavía no he cerrado. Este libro preside mi colección y por encima de todo, este libro siempre está en mi mesilla y se va conmigo de viaje. Mi obsesión ha llegado a tal punto que lo leo como mínimo una vez a la semana.
Baudelaire es un personaje extravagante, con una juventud que en la que abrazó el dandismo de todo buen seguidor de Brummel, y en la cual se acostaba con una mujer un poco particular: Sarah, una prostituta de orígen hebreo, calva, bizca y que por supuesto, le contagió de la sífilis que le traumatizaría la vida y la creación poética, llevándolo a su obsesión: La muerte
En "Las flores malditas" encontramos poemas de amor cruel y vil, poemas de una sociedad sórdida y decadente, de vicios elevados a sacramentos, poemas en los que la muerte lo es todo. Baudelaire en cada poema, besa la calavera de Hamlet jubiloso, pero al mismo tiempo asqueado, mientras se debate en una vida de hastío, de lo que el denominó "spleen"
Baudelaire es mi influencia más profunda: yo también vivo obsesionado con la muerte. La muerte no es ese paraíso suicida de las religiones, la muerte son los gusanos que no devoran como si fuésemos carroña, que es lo que somos. La muerte es lo único seguro en esta vida, la muerte controla el tiempo, la muerte lo es todo... o casi todo.
Digo casi todo, porque aún nos queda el mayor dolor de la vida: el amor. Eso que los antiguos decían que era el bien supremo, que los transeuntes de hoy en día piensan que no existen y que las empresas dicen que solo hay amor el 14 de febrero(ese día maduré de golpe, y no fue por amor). Yo creo en el amor, aunque cada amor me traiga dolor, pero dentro de ese dolor completamiente irracional e ilógico, estúpido e insensato, hay un sitio, un pequeño recoveco para la esperanza, para que una Margarita libre a Fausto de las llamas del infierno, o para que en un beso nos consuman las llamas de ese infierno. Baudelaire también amaba, como todo buen poeta, aunque en la mayoría de sus versos aparezca el amor tratado con brutalidad, lo más importantes son esos pocos versos, en los que vacía su alma para que su pena sea ocupada por el amor. Como todos los enamorados intentamos y rara vez lo conseguimos. Pero mientras quede amor, quedará vida para seguir sufriendo.
Me despido con un gran frase de este poeta:
"El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice."